Estudios recientes en Neurociencia arrojan luz sobre la explicación científica del trauma intergeneracional, entre sobrevivientes del Holocausto y sus hijos, por ejemplo. Investigadores de Hospital Mount Sinaí de NY han descubierto que el trauma puede ser pasado entre generaciones por medio de genes que se activan y desactivan como reacción al medio ambiente.
La teoría de la herencia epigenética sostiene que los factores ambientales pueden afectar los genes de las generaciones futuras. La química actuando en el interior de nuestras células puede activar los genes que llevamos en nuestro ADN como un switch: encendido y apagado. Un equipo de investigación en el Hospital Mount Sinaí de Nueva York dirigido por Rachel Yehuda, experta en estrés postraumático y epigenética, llegó a la conclusión de que algunos de estos marcadores podrían transferirse a través de generaciones.
Cuando Yehuda investigó a madres que estaban embarazadas en el World Trade Center durante 9/11, descubrió que esa catástrofe podría incluso dejar una huella en el feto que estaba gestándose en el útero. Lo que se sopechaba desde hace tiempo pudo ser comprobado por los efectos causados por una tragedia colectiva que pudo ser observada con minuciosidad.
“La idea de que podemos ser transformados por nuestro medio ambiente nos brinda herramientas poderosas para la construcción de resiliencia,” dice Yehuda. La plasticidad de nuestros genes nos prepara hacia la posibilidad de transformación futura, aunque precisamente entender cómo sucede todavía necesita ser determinado.
En otros lugares, están entendiendo que el abuso de poblaciones como sucedió con los indígenas canadienses debe ser enfrentado con efectos generacionales. Por eso se han activado programas que fomentan el intercambio cultural y el diálogo entre los jóvenes indígenas y estudiantes para promover el entendimiento y la reconciliación de estas poblaciones que fueron obligadas a integrarse por la fuerza a una nueva cultura. En California, un grupo llamado las Chicas de Khmer en Acción, combate “olvido histórico” del genocidio camboyano en la década de 1980. Mediante la creación de espacios seguros, las mujeres se reúnen para poder llorar y consolarse mutuamente. El grupo también organiza charlas públicas para hacer frente a la tragedia con sanación colectiva.
La autora de estos estudios, Rachel Yehuda, PhD, es profesora de Psiquiatría y Neurociencia. Se desempeña como directora de la división de estudios de estrés traumático en el Mount Sinai School of Medicine, que incluye el programa de investigación clínica de PTSD (Trastorno de Estrés Post Traumático, por sus siglas en inglés o TEPT en español) y el laboratorio de neuroquímica y Neuroendocrinología en el centro médico de James J. Peters para veteranos. La doctora Yehuda es reconocida como líder en el campo de los estudios de estrés postraumático. Es autora de más de 250 artículos, capítulos y libros publicados en el campo del estrés postraumático y la neurobiología. Sus intereses actuales incluyen el estudio de los factores de riesgo y resiliencia, predictores psicológicos y biológicos de respuesta al tratamiento de PTSD, estudios genéticos y epigenéticos del TEPT y la transmisión intergeneracional del trauma y PTSD.
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